La coacción y violencia que utilizó la Iglesia Católica-Romana para IMPONER su creencia, es algo plenamente probado. Múltiples testimonios históricos, en voz de los propios frailes y religiosos, atestiguan lo anterior.
Algunas pruebas que acusan el fanatismo y
la intolerancia del romanismo son:
El
primer arzobispo de México, Juan de Zumárraga, escribió
que los indios que requerían, para conocer el evangelio de "algún
piadoso castigo, porque de su natural condición son tan descuidados,
aún en lo temporal, cuánto más en lo espiritual, que
siempre han menester espuela..." Sólo que en ocasiones, tales
correciones exedían en los piadoso (?) y terminaban en viles homicidios:
tal es el caso del cacique de Texcoco, Don Carlos Ometochtzin, a quien
el propio arzobispo en un solemne "auto de fe" quemó vivoEl amor que dice tener el clero por México, no pasa de ser sólo una farsa más: la historia prueba el profundo desprecio que, desde un principio, el romanismo ha mostrado por nuestro pueblo. El doloroso mensaje del perverso "Santo" padre: "México siempre fiel", aún nos lacera el alma.